miércoles, 17 de agosto de 2011

la vergüenza de la mandarina






Hacía varios días que su naturaleza se iba muriendo, adornando la mesa. Idéntica suerte habían tenido la naranja, la pera y la manzana. Perfumando la cocina, sobre un plato de vidrio, envejecía más a prisa. Se hubiera caído sola del árbol, pero la arrancaron. Salvaría su dignidad el milagro de unas manos acróbatas que la rescatasen, o un dejo de huella tras un par de pinceladas que la retraten o simplemente que alguien, en gesto de arte la disecase para siempre. Pero, no. Ese mediodía de invierno, temblando de miedo, fue apresada por un par de dedos fríos.
-Está podrida. Ya no sirve- y se quebró su ilusión de permanencia.
Ni siquiera le fue permitido el sueño de volver al jardín. Si hasta hubiera preferido ahogar su condición de planeta indefenso, en la discreción de un océano gástrico a ese final tan desgarrado. Entre restos y lágrimas. En un tacho de basura. Con la profunda vergüenza de su corazón de mandarina. Con el destino desnudo, y sin siquiera el adios de la manzana, de la pera o la naranja…

miércoles, 10 de agosto de 2011

la cita


Llamada por teléfono. Perfume. Camisa nueva. Algunas cuadras. Calles empedradas. Congestión de tránsito. Miércoles. Cinco de la tarde. Barcito en la esquina. Mirada impaciente. Mesas vacías. Un café, dos. Llovizna de septiembre. Bocinas, gente que corre. Sirenas. Una ambulancia pasa, como arrancando el aire. El espera unas cuantas ilusiones. A unas tantas otras cuadras, ella las apreta fuerte contra el pecho y no quiere soltarlas...