martes, 19 de julio de 2011

cenizas



Bajo las escaleras preocupado. Tenía que decirselo?. Pensó en quemar el sobre con los leños del hogar recién encendido
-y que las cenizas obren un milagro- decretó.
Que todo diagnóstico de fín se consuma en el fuego, que no pueda una sola letra tipeada sobre el papel vencer la felicidad de los recuerdos, y que ni un solo gramo de noticia gris opaque los colores del jardín hecho de a dos.
El sol del otoño aprobaba desde la ventana, y el aroma del café con el que lo esperaba esa mañana era otro abrazo gigante de los buenos días construidos.
-buen día mi amor-ella andaba con el alma desnuda entibiando el aire, las horas, y pintando los rinconcitos de la casa.
Si no hubiera sido por ese brillo diferente en la mirada de él, quizás ella no habría preguntado:
-que pasa mi vida?-
A lo que fiel a su esencia de roca él agregó:
-cuantos cafés se sumaron desde aquella primera vez?-
Y -tantos como flores debe tener un paraíso- respondió ella, desde una tímida sospecha.
Entonces él, arropado en un silencio nuevo, la tomó de las manos, la acarició y le dijo:
-como el nuestro mi amor, como el nuestro-
Y ese día, también decidió callar. Hasta el invierno o hasta la primavera de quien sabe que año, cuando los cafes compartidos sean un poco menos que infinitos,o hasta que alguna ceniza, porque no, obre un milagro.

lunes, 11 de julio de 2011

el último pétalo

Banco de plaza. Sol de mediatarde. Ya se me esta haciendo costumbre esto de venir acá todos los días. En cualquier momento aparece el cuidador. Y es bastante molesto. Nunca me gustaron los ancianos. Vienen acá se sientan a hacer nada. Ni siquiera pueden caminar bien. Andan con bastones y anteojos para poder quejarse de todo lo que ven. Se enojan, se deprimen. No señor. Yo antes que volverme viejo me tiro de un quinto piso. No voy a permitir dejarme de emocionar con el aroma de estas flores, y menos que menos perderme esa vista de la puntita de la luna asomando. Además no se qué haría si el corazón se me volviera perezoso. Ya mismo voy a llamar a Lucrecia. La voy a invitar a ir al cine mañana a la tarde. Quiero tomarla de la mano cuando crucemos el puente. Y después traerla hasta acá mismo, pero a un banco donde no haya viejos. Y le voy a regalar una margarita. A ella le gustan tanto las margaritas. ¿No se habrá escapado de un jardín ella? Ella, que tampoco va a envejecer. Tiene la piel como pétalo. Yo sé que le va gustar tanto que me ofrezca a peinarla cada mañana. Las caricias mantienen la juventud. Y me imagino su cara cuando le diga, Lucrecia, pasamos la noche juntos?. Me voy antes que aparezca el cuidador.
Le voy a tirar el papel del caramelo así trabaja un poco ese que lo único que hace es molestar . Esta empecinado en que no le tire pancitos a los patos. Será mejor que la llame por teléfono ó le toco el timbre? Lucrecia, me acompaña al cine mañana? Es una película muy buena yo sé que le va a gustar. Y donde dejé el bastón ahora? Lo único que me falta es que tenga que pedirle ayuda a ese. Me vuelve a decir abuelo y me va a oir. Ya lo quiero ver cuando tenga mis años. Mejor la llamo por teléfono. Lucrecia, vamos al cine mañana?



martes, 5 de julio de 2011

eusebio alas


dibujo: Liniers (un grande)



Eusebio se ataba los cordones a una pata del escritorio, para no volarse. De chiquito ya le ponían zapatos con suela de plomo y una bufanda larga de colores vivos, por si se descalzaba.
- Que plumita su hijo – pronosticó la partera – va a llegar muy alto, tiene el cielo adentro.
Aunque después lo educaron cargándole de futuro los huesos y de fórmulas la cabeza. Así era el aire por aquellos días; Con más kilos de obligaciones que moléculas de oxígeno. Cuanta ausencia salvaría su destino de oruga en tanto mundo de pulmones llenos.
Esa tarde, por fin vacío, se levantó de la silla, abrió la ventana y salió a buscarla. Los informes se quedaron esperando entre musiquitas de teléfono descolgado.
Cruzando los edificios cerró los ojos y ensayo volando su poesía:
-Que los besos infinitos son la medida exacta de los milagros, y los abrazos sin aliento, el descanso del tiempo- y que también volando, se lo diría. Eusebio que se encontraba. Eusebio que se perdía.