Bajo las escaleras preocupado. Tenía que decirselo?. Pensó en quemar el sobre con los leños del hogar recién encendido
-y que las cenizas obren un milagro- decretó.
Que todo diagnóstico de fín se consuma en el fuego, que no pueda una sola letra tipeada sobre el papel vencer la felicidad de los recuerdos, y que ni un solo gramo de noticia gris opaque los colores del jardín hecho de a dos.
El sol del otoño aprobaba desde la ventana, y el aroma del café con el que lo esperaba esa mañana era otro abrazo gigante de los buenos días construidos.
-buen día mi amor-ella andaba con el alma desnuda entibiando el aire, las horas, y pintando los rinconcitos de la casa.
Si no hubiera sido por ese brillo diferente en la mirada de él, quizás ella no habría preguntado:
-que pasa mi vida?-
A lo que fiel a su esencia de roca él agregó:
-cuantos cafés se sumaron desde aquella primera vez?-
Y -tantos como flores debe tener un paraíso- respondió ella, desde una tímida sospecha.
Entonces él, arropado en un silencio nuevo, la tomó de las manos, la acarició y le dijo:
-como el nuestro mi amor, como el nuestro-
Y ese día, también decidió callar. Hasta el invierno o hasta la primavera de quien sabe que año, cuando los cafes compartidos sean un poco menos que infinitos,o hasta que alguna ceniza, porque no, obre un milagro.
-y que las cenizas obren un milagro- decretó.
Que todo diagnóstico de fín se consuma en el fuego, que no pueda una sola letra tipeada sobre el papel vencer la felicidad de los recuerdos, y que ni un solo gramo de noticia gris opaque los colores del jardín hecho de a dos.
El sol del otoño aprobaba desde la ventana, y el aroma del café con el que lo esperaba esa mañana era otro abrazo gigante de los buenos días construidos.
-buen día mi amor-ella andaba con el alma desnuda entibiando el aire, las horas, y pintando los rinconcitos de la casa.
Si no hubiera sido por ese brillo diferente en la mirada de él, quizás ella no habría preguntado:
-que pasa mi vida?-
A lo que fiel a su esencia de roca él agregó:
-cuantos cafés se sumaron desde aquella primera vez?-
Y -tantos como flores debe tener un paraíso- respondió ella, desde una tímida sospecha.
Entonces él, arropado en un silencio nuevo, la tomó de las manos, la acarició y le dijo:
-como el nuestro mi amor, como el nuestro-
Y ese día, también decidió callar. Hasta el invierno o hasta la primavera de quien sabe que año, cuando los cafes compartidos sean un poco menos que infinitos,o hasta que alguna ceniza, porque no, obre un milagro.