miércoles, 17 de agosto de 2011

la vergüenza de la mandarina






Hacía varios días que su naturaleza se iba muriendo, adornando la mesa. Idéntica suerte habían tenido la naranja, la pera y la manzana. Perfumando la cocina, sobre un plato de vidrio, envejecía más a prisa. Se hubiera caído sola del árbol, pero la arrancaron. Salvaría su dignidad el milagro de unas manos acróbatas que la rescatasen, o un dejo de huella tras un par de pinceladas que la retraten o simplemente que alguien, en gesto de arte la disecase para siempre. Pero, no. Ese mediodía de invierno, temblando de miedo, fue apresada por un par de dedos fríos.
-Está podrida. Ya no sirve- y se quebró su ilusión de permanencia.
Ni siquiera le fue permitido el sueño de volver al jardín. Si hasta hubiera preferido ahogar su condición de planeta indefenso, en la discreción de un océano gástrico a ese final tan desgarrado. Entre restos y lágrimas. En un tacho de basura. Con la profunda vergüenza de su corazón de mandarina. Con el destino desnudo, y sin siquiera el adios de la manzana, de la pera o la naranja…

2 comentarios:

Lorena dijo...

Nuestra condición humana nos da el poder de no permitir que nadie pueda decidir sobre nuestra función y estilo de permanencia en esta vida; sin embargo... el gran sufrimiento humano, lo más propio de lo humano, es no conectar con el propio deseo y dejar que los demás decidan nuestro destino, y más aún se da en aquellas personas que se vanaglorian de su libertad.

El que realmente sea libre, que tire la primera piedra. (cri...cri...cri...)

Nuestra obligación es descubrir esos dedos fríos (que hemos introyectado desde la infancia) e insisten en señalarnos hasta donde y por qué, y dejar de hacerles caso.

Muy lindo Ale. Gracias por este relato y esta imagen. Besos!

Alejh Boclaud dijo...

para que vivir como mandarina si somos seres humanos no?
Gracias Lore! un beso