lunes, 27 de junio de 2011

la sombra y el plumaje

Ya era inútil seguir buscándolo por el pueblo, las calles y las casas, que no eran muchas, olían a silencio, y el olfato le sugería que tendría que estar en otra parte. Pensó entonces que quizás podría encontrarlo camino a lo de Coria, cerca del cementerio. Porque a Coria le gustaban los pájaros raros, así que aceleró el paso. Y le volvió la euforia. Debería haber empezado por ahí.
Quelquito lo llamaba. Su abuelo decía que lo habían traído de un país muy de lejos y era un - nunca se acordaba qué- pero era un nombre difícil con una zeta en el medio y con plumas de tantos colores que ni el arco iris se veía mejor.
Pero Coria no estaba, y entre sus pájaros raros tampoco y rogando que apareciera se le vino la noche encima. El escalofrío le recorrió el cuerpo, cuando un viento helado de verano brotó entre las lápidas y no quiso pestañar por si acaso. La sombra, que ahora crecía desde su espalda se hizo tan inmensa que apenas pudo soltar la pregunta contenida, la que había guardado todo el día, entre la ilusión y el miedo, con el poco aire que le quedaba:
Quelquito… sos vos?

2 comentarios:

Blonda dijo...

No sé por qué me demoré tanto en pasar por este blog.
Creo que tengo que pedirte disculpas. A veces, y aunque no quiera, la velocidad del día a día me impide leer cosas tan lindas como lo que escribís.

Gracias por tus palabras. En tu casa y en la mía :)

besos!

Alejh Boclaud dijo...

disculpame vos a mi por las veces que paso por tu casa y me quedo invisible de asombro.
gracias a vos. Es muy lindo todo lo que decís. Besos